
Desde antaño el jugo de uvas fermentado, fue el placer de las distintas civilizaciones que poblaron nuestra tierra, desde las innegables referencias bíblicas a la vid, pasando por la Grecia en tiempos de Pericles, el imperio romano de Julio Cesar ...
Desde antaño el jugo de uvas fermentado, fue el placer de las distintas civilizaciones que poblaron nuestra tierra, desde las innegables referencias bíblicas a la vid, pasando por la Grecia en tiempos de Pericles, el imperio romano de Julio Cesar, la Francia conquistadora de Napoleón o tantas otras circunstancias históricas de este mundo.
Surge así la pregunta de sí el tomar vino es hedonista. Para ello recurrimos a la definición en el diccionario de la palabra Hedonismo ( del griego hêdonê, placer): doctrina que considera el placer como el fin de la vida.
Entonces podemos asociar ciertamente al vino dentro del mundo de los placeres, ya que éste forma parte de esas tardes contemplando el ocaso frente al mar o un campo verde, de esas cenas románticas a la luz de las velas y alta gastronomía… Pero no es solo un placer, es también un conjunto de otras circunstancias que llevaron a lograr este caldo tan preciado, producto muchas veces de disputas comerciales o codiciados botines de los piratas que dominaban hace ya tiempo atrás el Mar Caribe.
El vino es también un alimento y, como todo fruto (la uva) producto de la naturaleza, provee importantes beneficios a la salud cuando se lo bebe con moderación. Además, posee cuantiosos valores nutricionales, tanto es así que la sustancia más parecida a la sangre humana es el vino tinto.
Por todo esto podemos afirmar que al vino no solo se lo puede ligar a los placeres del mundo bon vivan, sino también que es saludable al ser consumido. Por el contrario, y solo como ejemplo, podemos citar al tabaco, que en su forma de puros lo único que produce es el placer de fumarlo no teniendo ningún efecto positivo en la salud del individuo que lo consume.
Fuente: Federico Javier Bolotin
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